
Hace exactamente 365 días, River volvía a gritar campeón de la mano de Ramón Díaz. Ese día, sin saberlo, comenzó a entretejerse un camino lleno de alegrías y logros que nos acompañan hasta hoy.
¿Te acordas del 5-0 a Quilmes? Podríamos hablar del doblete de Cavenaghi, o del gol de cabeza de Mercado, del último de Teo, o del golazo del Lobo Ledesma de mitad de cancha, que nos hizo llorar a todos. Podríamos recordar las lágrimas de Ramón, sabiendo que el objetivo estaba cumplido. O hacer memoria para saber dónde estábamos, con quién nos abrazamos o qué se nos pasó por la cabeza en el momento del pitazo final. Pero también deberíamos ir más allá, porque ese día ganamos mucho más que un título.
El 18 de mayo de 2014 se cristalizó algo que se venía gestando hacía tiempo. Algunos momentos inolvidables, como el Ramirazo en la Bombonera o el penal atajado por Chichizola, fueron claras señales de que algo importante se avecinaba. Un equipo valiente, con hambre de gloria y sentido de pertenencia, volvió a poner las cosas en su lugar. Nos recordó cómo era sentirse campeones y reemplazó los abrazos cargados de angustia por otros que compartían la felicidad más pura.
Esa tarde, la historia se dio una vuelta por Núñez y el Monumental volvió a vestirse de fiesta. Después de tanta malaria, las cosas comenzaban a acomodarse. De la mano de Ramón empezó a surgir un nuevo River, que luego se terminaría de afianzar con la llegada de Gallardo. A partir de ese título, vendrían las alegrías internacionales y el equipo volvería a alzarse con la más pura estirpe de ganador. Hace un año, con mucho orgullo, se reencontraron dos palabras que siempre deben ir de la mano: RIVER CAMPEÓN.
Macarena Álvarez Kelly
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