Nació el 18 de febrero de 1984 en la localidad “Porteña” de la provincia de Córdoba, tiene 30 años, mide 1,83m., pesa 75 kg, le dicen “Trapito”. Tiene 206 huesos y los 5 sentidos como la mayoría de los seres humanos. Sí, estimados lectores, vieron bien, dice humano. Por algún desprevenido que no lo conocía, así es Marcelo Barovero, el imponente arquero que tiene River y que si no fuera por él, el resultado frente a Godoy Cruz hubiera sido peor de lo que fue. Sus “compañeros” se olvidaron de su humanidad, no lo protegieron y el equipo que dirigió (mal) Ramón Díaz, se quedó con las manos vacías.
Es muy difícil describir todo a la vez. Paciencia, si es que todavía existe. La nochecita en el Estadio “Monumental” arrancaba para alquilar balcones. River era preciso con la pelota, estaba atento, gozaba del manejo de la misma con total libertad a tal punto de que la apertura del marcador tardó 10 minutos en llegar. Excelente control por parte de Teófilo Gutiérrez en tres cuartos de cancha y gran pase por encima de la defensa del “Tomba” para que Carlos Carbonero la recibiera y la toque hacia el medio. El que la dominó fue Fernando Cavenaghi, que se acomodó y solitariamente definió ante la salida del arquero Jorge Carranza. A festejar. A sacarse las ganas de hacer un gol en el certamen. Pero toda esa alegría duró apenas unos minutos más ya que a diferencia de lo ocurrido en el anterior partido de local, el “Millonario” no pudo llevárselo por encima a su rival y durante más de una hora de juego estuvo totalmente perdido.
Corrían 16 y el tiro de esquina con jugada preparada hizo que Gonzalo Castellani visualizara la entrada en soledad de José Fernández. Éste le pegó fuerte por lo bajo dentro del área grande y el rebote que dio Barovero fue a parar a los pies de Leandro Grimi. A cobrar. Igualdad en el resultado que a decir verdad era medianamente justo si se tenía en cuenta la efectividad en llegadas claras. Y ahí fue el comienzo del descontrol total. Si bien generó chances que pudieron doblegar el marcador, los de Núñez no supieron o no encontraron la forma de llegar con la claridad pretendida puesto que Manuel Lanzini no aparecía como correspondía, Leonel Vangioni tenía más errores que aciertos, Germán Pezzella que equivocaba los pases y para colmo de males, Gabriel Mercado dejaba la cancha por lesión y en su lugar entraba Ramiro Funes Mori. ¿Los demás? Parecía que solo a Carbonero le gusta jugar entre semana.
Fue realmente ese baldazo de agua helada que si es invierno a nadie le gustaría recibir. River iba para adelante pero sin ideas, sin proponer todo aquello bueno que había realizado frente a Gimnasia de La Plata y la aceptable tarea que mostró en Rosario. Y si a todo esto le sumamos el paupérrimo arbitraje de Pablo Díaz, créame que de la noche, a pesar de no ir al descanso en desventaja, se podía imaginar cualquier cosa.
Acciones del segundo tiempo. El conjunto que comanda el riojano no cambió nada de lo mostrado en la primera mitad, al contrario, fue peor. Aisladas ocasiones llevaban un mínimo peligro pero no incomodaban a Carranza. Godoy Cruz, por su parte, no se desesperaba y buscaba encontrar el error de su rival, ese que le permitiera adelantarse más en la cancha. Y comenzaba el show de “Trapito”. El 1 tapó todo lo que le tiraron hasta que no pudo más. Probó Gonzalo Díaz en inmejorable posición, pero ganó el arquero. Lo buscó otro futbolista “Tombino” y nuevamente Barovero dijo presente. Monumental e imponente lo del ex Vélez que sigue siendo de lo mejor en los arcos argentinos.
El tiempo pasaba y el local seguía impreciso, timorato. El ingreso de Facundo Castillón fortaleció el mediocampo del elenco mendocino y fue a él a quien Eder Álvarez Balanta le cometió la falta que le produjo la expulsión por doble amonestación. Si no podía con 11 menos con 10. Y para colmo, Ramón Díaz equivocaba el camino mediante los cambios insólitos que hacía ya que la lectura del partido debía ser que los ingresos de Jonathan Fabbro y Daniel Villalva le iban a posibilitar ese aire que no tenía del medio hacia adelante. Increíblemente entraron Osmar Ferreyra y Cristian Ledesma que no aportaron absolutamente nada. Mientras tanto, Carbonero sorpresivamente demostraba estar él solo a la altura del partido. El colombiano fue la figura de un River pálido y sin ideas: iba para adelante, tiraba lujos, jugaba con la cabeza y proponía lo mejorcito, pero no alcanzó.
Decíamos que los cambios no sirvieron de mucho. La idea del “Pelado” Díaz era “Si no lo puedo ganar, al menos no quiero perderlo”. Pero lo perdió por cuidar una igualdad que si bien tenía desventaja en cuanto a los hombres en cancha, del otro lado no se concretaban las acciones de gol. Ya con tiempo cumplido, Claudio Aquino se sacó de encima la marca de Ponzio y corrió hasta la medialuna en la que vio cómo su compañero Julio César Rodríguez quedaba de cara al gol. 47 minutos y ocurría lo que nadie esperaba o imaginaba: perder en casa ante un elenco que pelea los puestos del descenso. Pero se dio así, una noche negra, una noche en la que “tombaron” a River.
Si del error se aprende, quizás el golpe les sirva de mucho para replantear todo lo malo que se hizo. Errores por doquier, desde el banco de suplentes por quien dirige, hasta los que se quedaron en cancha y no supieron aguantar un resultado que al menos sumaba un punto. River no es más que nadie, el fútbol argentino es muy parejo y nada es como antes. Se viene Colón en Santa Fe, por quien nadie daba dos pesos y ya sumó 6 puntos de 9 en juego y llega en alza. Los partidos se juegan, pero sobre todo se piensan y más cuando un estadio entero te grita: “Vamos, no nos quedemos”. River se quedó y lo pagó carísimo.
Alexis Emmanuel Fuma
@alesn08
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