martes, 10 de diciembre de 2013

Otra noche tibia



Si después del empate ante Quilmes el cronista jugara a titular como el Diario Olé diría que estos jugadores son "baja espuma" o que nunca mostraron la "espuma de la rabia". O peor aun que verlos jugar es como tomar un vaso de "cerveza tibia".

Y la escena del final reflejó la tibieza de este River en el último semestre. Carlos Carbonero empató el partido ante un Quilmes que jugaba con diez. Quedaban unos tres minutos de juego y el hincha esperaba la típica imagen del jugador metiéndose dentro del arco, agarrando la pelota y buscando sacar rápido del medio para dar vuelta la historia. Pero el colombiano fue a festejarlo al banderín del córner queriendo darle a su gol tintes de empate heroico... Para muestra basta un botón.

River se despidió del Torneo Inicial mostrando un triste resumen de todo lo malo que hizo durante este semestre. ¿Otra muestra? Lo más peligroso en ofensiva salió de los pies de Ramiro Funes Mori, quien se peinó como Cristiano Ronaldo y sacudió el travesaño con un furibundo derechazo.

Si uno intenta ser optimista y ver lo bueno, los nombres propios se cuentan con los dedos de una sola mano. Si uno se pone pesimista se encuentra con los mismos apellidos. Que Marcelo Barovero y Eder Álvarez Balanta hayan sido los únicos que salvaron la ropa con holgura durante esta mitad de temporada, habla a las claras de un equipo que estuvo demasiado tiempo contra las cuerdas.

Con estos nombres en el papel y mirando al futuro, la columna vertebral parece tener su base, siempre y cuando el juvenil colombiano no sea vendido. En el medio Matías Kranevitter se anotó algunos porotos pero deberá estar mejor rodeado para no quedar expuesto en el círculo central. El domingo le valió una amarilla temprana que lo condicionó durante el resto del partido.

Del medio hacia adelante surgen los mayores interrogantes. La vergonzosa cosecha de 12 goles en 19 partidos abre miles de interrogantes. Las causas son muchas pero a simple vista hay males concretos que se sufrieron casi durante todo el mandato Passarella. Hay que remontarse a la despedida de Marcelo Gallardo para encontrar un conductor futbolístico hecho a la medida del club. Ya son demasiados años sin ese 10 que le dé la identidad al juego del equipo.

Manuel Lanzini anduvo perdido en el Centenario y cerró un semestre completamente irregular. El enganche arrancó el torneo a puro gol pero se deshilachó en los momentos claves. Nunca dio el salto de calidad que su puesto exige. Jonathan Fabbro por su parte, ni siquiera fue convocado y su final en River parece estar escrito. Solo algunos que pecaron de optimistas imaginaron que podría ser diferente a este.

Por los costados tampoco hubo desequilibrio. El domingo Funes Mori hizo un buen partido en el lateral izquierdo, lo que permitió que Leonel Vangioni se soltara en ataque pero el rosarino desequilibró solo durante el primer cuarto de hora. Por la otra banda Carbonero hizo su mejor partido pero parece poco para remontar un primer torneo en el que se fue en amagues.

En el ataque estuvieron las decepciones más resonantes y ahí se ve la pésima gestión en el armado de este plantel. Lo que se suponía dupla titular (Mora-Teo), recién debutó en la cuarta fecha con un equipo perdido en mitad de tabla. El uruguayo terminó como un amor de verano y el colombiano decidió por motus propio que su juego luce mejor lejos del arco... La cosecha de los 12 goles hace que duela aun más el inexplicable final de Cavenaghi y Trezeguet.

Ante este panorama el nombre de Ramón Díaz quedó en el ojo de la tormenta. Parece una locura después de diez años de inexplicable exilio pero "así es el mundo del futbol" según los que operan nombres con representantes desde las sombras. Los grandes medios hablan de que el Pelado deberá adecuarse al nuevo presidente cuando la lógica indica que el nuevo presidente debe adecuar un plantel de jerarquía al técnico más ganador de la historia.

Dicen los malos agoreros que D´Alessandro es imposible. Que no hay plata para comprar la identidad que vendimos por migajas. Habrá que reconstruirla entonces. Eso implica la obligada limpieza de algunos cuya camiseta les queda enorme pero que en sus egos piensan que están para el museo. Esos que se cargaron al Chori y a Cavenaghi. Esos que con seis meses de desgano intentaron comerse la década perdida sin Ramón. Para ellos no debería haber lugar a pesar de la escasez de plata y de cupos. Ramón, Barovero, los pibes y los mitos. La reconstrucción arranca desde ahí.

Pablo Domínguez
@mingopayo

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