
Los errores garrafales que produjeron la derrota 2-0 ante Newell's no son tema nuevo. Repetitivos en la recta final, se devoraron puntos que hasta el día de hoy se lamentan.
Vino enfermo de Japón. El virus de la Suruga Bank trajo consigo una alegría y una infección que contagió a todo el plantel. El flamante campeón del continente se erigió como el monarca luego de una fase de grupos de terror. Tierras inhóspitas y rivales de telenovela se jactaron de eliminar a River. Lo dieron por muerto. Y el equipo resurgió entre las cenizas, se subió a una 4x4 y metió quinta a fondo.
Cuando se quiso acordar, estaba dando la vuelta en el Monumental con la Libertadores a cuestas, incesante lluvia de por medio. Pero todo Dr. Jekyll tiene su Mr. Hyde. La goleada al Gamba Osaka supuso una nueva estrella internacional, pero el combo completo incluía una peste que azota hasta al más precavido.
Con un partido pendiente y a tiro de la punta, podemos poner un paréntesis entre San Martín de San Juan y Newell's, del primero al último de la pesadilla. Que por el cansancio, que la falta de adaptación, que la pretemporada, que la mente en Japón. Conjeturas al por mayor en este ciclo posterior a la gloria. Pero nos vamos a basar explícitamente en el juego de esta tarde.
Lo protagonistas exhibieron un aburrido primer tiempo donde se repartieron la posesión, amagaron con romper el hielo y sólo quedaron entre bostezos. El local insinuó un poco más pero con escasa claridad. La visita se la arregló para inquietar por las bandas y frenar el desarrollo en el cinturón del terreno. Fugazmente, el telón inicial se esfumó sin emociones.
La etapa final sobrevino con sorpresas. Abel Casquete y Exequiel Palacios ingresaron para aniquilar la resistencia de la Lepra, que sólo atinó a la contra. En una de esas, encontró el gol. Porque los grandes también se caen, porque Emanuel Mammana es humano. El juvenil se equivocó en una salida y permitió que Denis Rodríguez le robara la bocha, la misma que pasó por los pies de Maxi Rodríguez antes de besar la red. La hinchada elevó su tono de voz para cantar sobre el viaje a Asia, para el cual todavía falta y no es adecuado -aunque inevitable- pensar.
Los minutos no alcanzaron para dar vuelta la tortilla, que tuvo su broche de oro con una volea espectacular de Ignacio Scocco, justo para reafirmar que está en observación para llegar a Nuñez. Un poco de Viudez y otro tanto de Mayada. El resto, bien, gracias. Si me permite, señor lector, con todo respeto, el Muñeco viene errándole al planteo y al armado del once. Vale recordar que es petiso y bravo como Napoleón, pero tampoco es perfecto.
Lo único positivo fueron los bautismos de Arellano, de escaso aporte; Palacios, interesante despliegue y oportunidad de marcar; y Olivera, quien generó expectativa de cara al futuro. Sin olvidar el regreso de Leonel Vangioni, dueño legítimo del carril izquierdo. La participación de sus compañeros fue similar a cortar diez kilos de cebolla en un día triste.
El campeonato llegó a su fin pero esperemos que no haya sido el último partido del año en el Templo Sagrado. Ojalá que Sportivo Luqueño o Independiente Santa Fe deban visitarlo antes de hacer chin chin por un nuevo año.
El desquite contra Huracán será el escenario ideal para redimirse ante el verdadero tribunal de justicia: la hinchada. Por el momento vamos a seguir diciendo que esos errores cometidos... son parte de la enfermedad.
Lucas Ajuria
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